El paraiso de los coleccionistas
Los nombres y lugares del presente texto han sido cambiados porque me dio la gana.
Un recorrido por el jirón Moneda, punto de encuentro de filatelistas y numismáticos
Sabemos que hemos llegado al jirón Moneda cuando la mole del Banco de Concordias emerge por entre las calles sucias de Capital o cuando el pregón ronco de los ambulantes ofrece artículos de ferretería. Pero, también cuando una regular fila de artículos de filatelia y numismática hace girar la cabeza de los curiosos. Y eso porque en el corazón de Capital se encuentran los más incalculables tesoros que el pasado nos ha legado.
La filatelia y la numismática, esas artes incomprendidas por el común de los mortales, cobran sentido al recorrer las cuadras del jirón Moneda. Hace años aquellas nacieron bajo el seno de la aristocracia. Hoy, los herederos de esta afición son personas comunes y silvestres, y sus proveedores, personas que, muchas veces, ignoraban el verdadero valor de sus mercancías, aunque ahora ya se comportan como unos expertos.
Mauro Ramírez es un filatelista ambulante. Trigueño, alto, de contextura normal. Usa unos lentes de sol así no haga calor, según me refirió. Comenzó a vender estampillas por casualidades del destino. Hace diez años sus 2 hijos, en una travesura, echaron a perder las cartas del abuelo. Como no se podía hacer nada para salvarlas, Mauro decidió, con pesar, echarlas a la basura. Solo pudo conservar las estampillas. Un día mientras conversaba con un amigo, contó la historia del triste final de dichas cartas. Su amigo al enterarse de que las estampillas estaban intactas le pidió verlas y, al instante, se las compró. “Me pagó en total 100 soles. Pero ese no era su valor real, pe. Creo que me estafó”, cuenta risueño nuestro amigo. Desde ahí, y previo acopio de información, comenzó con la venta de estos singulares tesoros. “Llegue aquí hace dos años. Me gustaría que no nos vean como ambulantes, sino como gente trabajadora. Muchos vivimos de esto. Además, la plata no alcanza pa´tener un local”, nos dice enfáticamente casi al finalizar nuestra informal conversación, ya que en algunas ocasiones la policía los echa del lugar. Un apretón de manos pone punto final a esta amable conversación.
Calles más arriba, encontramos a Lidio Pérez, quien es uno de los numismáticos más carismáticos del lugar. Ágil y con una sonrisa a flor de labios me recibe afectuosamente. Lo primero que nos cuenta es que llego a este lugar después de que lo desalojaron de La Esquina, hace ya muchos años. Tuvo una gran tristeza y se vio forzado a buscar un nuevo lugar para mantener su afición. Así fue que un día se topó con un pequeño grupo de numismáticos como él, quienes lo animaron a tomar por asalto las calles de este recorrido jirón capitalino. “Aquí los coleccionistas no tienen excusas para no intercambiar sus monedas. Llegan jóvenes, adultos, ancianos y para todos ellos este lugar es el paraíso. A veces tenemos piezas que no están en las grandes tiendas ni en otro lugar”, refiere mientras acomoda unas monedas antiguas que dice 10 pesos.
La gran mayoría de ambulantes dedicados a la filatelia y la numismática se dedican más a lo ultimo. Un recorrido por todo el lugar es suficiente para darse cuenta que las monedas son superiores en número a las estampillas. En algunos se ofrecen colecciones completas de monedas de algún gobierno pasado, monedas conmemorativas, y hasta monedas extranjeras de la Segunda Guerra Mundial. Eso sí, los numismáticos no venden sus tesoros, solo los intercambian. “Es absurdo pensar que vendemos nuestras monedas. Nosotros intercambiamos. Si nos dan una moneda de un sol por otra de un peso, eso no es vender”, dice molesto Aníbal Blas, otro numismático de Moneda. Los coleccionistas que se acercan a este pequeño Edén lo hacen en buen número, pues se pueden conseguir las piezas más famosas, así como las mas difíciles de hallar.
Continuando mi recorrido halle un punto original que esta entre los preferidos de la gente. Allí se encuentran tanto monedas como estampillas de todos los tiempos. La venta se complementa con un vasito de chicha morada. Esta forma de marketing ha hecho de Marcelo Guillén uno de los mas pedidos “trocadores” de estos baluartes en Capital. “Como vi que todos se especializaban en una cosa yo decidí juntar todo. Y con mi chichita morada no tengo pierde”, comenta jubiloso este hombre de mirada fija y bigote de brocha. Y en efecto, su balde de esta bebida esta por acabarse, resultado de lo productivo del día.
Pero también los coleccionistas tienen sus historias. Jairo Rincón, de 24 años, es coleccionista de monedas desde que era un niño. Su padre le inculcó esta afición. “El ambiente es distinto acá. Puedes tocar las monedas, charlar de coleccionista a coleccionista. Eso no hay en los grandes locales. Por eso vengo aquí”, confiesa mientras se dispone a realizar su primer intercambio de la tarde.
Preguntando en torno a sus coleccionistas, Jairo refiere que está empeñado en conseguir todas las monedas que han circulado durante la República. “Mi sueño es tener un registro de todas las monedas que han salido desde 1821 hasta el día de hoy. Se que será difícil, pero con mis amigos de Moneda estoy seguro que lo logaré. Además, ya les prometí una caja de chelas si me ayudan a encontrar las que me faltan, ja, ja, ja”, comenta riendo este muchacho alto, delgado, de cabello rizado y que camina como un robot.
Pero además, el jirón Moneda tiene ambulantes que se han especializado en monedas de determinadas épocas de nuestra historia. Por ejemplo, hay eruditos que solo venden piezas del siglo XIX, otros intercambian monedas de la época del gran conde, y algunos, poseen las denominadas “monedas que nadie más posee”.
Así es el jirón Moneda, punto de referencia obligado para quien se hace llamar coleccionista. Vender, trocar, intercambiar, todo tiene un mismo sentido si alguna vez se anima a cruzar la pista y se interna en las calles de este pedacito de Capital.
Nilton Picón
Comunicación Social - UNMSM
Grupo Convergencia