Mientras miraba las noticias políticas de la semana, que no son muy alentadoras, me di cuenta que nuestra sufrida democracia no es mas que una anarquía maquillada con ribetes de representatividad. En donde cada político hace lo que le viene en gana y cree ser el dueño del mundo.

Desde el líder de cualquier agrupación hasta el último de los militantes nadie sabe cual es su función y que es lo que debe hacer. Todo es un cúmulo de dejarnos llevar por nuestros instintos y “ver que pasa”. Eso no es hacer política.

Para empezar los partidos políticos son organizaciones que se fundan con el fin de promover el desarrollo amparados por lo que sus partidarios acuerdan. Son representativas. Pero, en nuestro país parece que a los señores que fungen de líderes partidarios no les importa esto o, peor, no conocen nada del tema.

Este problema se traduce cuando vemos partidos que solo duran lo que dura la campaña electoral. Luego, nadie sabe que ocurrió ni que de nuevo hicieron, claro, hasta que una nueva campaña se realice. Otro problema, son los oportunistas políticos, es decir gente que se cambia al partido que mas posibilidades tiene de ganar. Su diferencia con los tránsfugas radica en que estos seres esperan a que acabe un periodo de gobierno para cambiarse.

Al otro lado del problema se ubica el desinformado “ciudadano”, personaje que no conoce sus mas elementales derechos y deberes. Aunque, para el individuo común desconocer sus deberes es algo bueno ya que tampoco tiene intención de cumplirlos.

Si tan solo tuviéramos una pizca de conocimiento de nuestros derechos elementales podríamos enderezar el rumbo. Le pregunte a un muchacho de aproximadamente 12 años si sabia que según la constitución política nadie lo puede discriminar por cuestiones de raza, sexo o religión. El me contesto con gesto de sorpresa:” ¿De verdad?”.

Simplemente me quede mudo.

Nilton Picón

Comunicación Social - UNMSM

Grupo Convergencia